Un vivac en la montaña siempre es un acontecimiento especial. En el mundo de la montaña entendemos el vivac como una forma de pasar la noche al raso o bajo un abrigo natural improvisado, sin tienda de campaña.
Así, con solo abrir los ojos, podemos disfrutar de los cielos nocturnos, de las estrellas o de los amaneceres, además de sentir la brisa nocturna en la cara. También es cierto que, a veces, las nubes no dejan ver ni el cielo ni las estrellas, y que la brisa puede transformarse en un viento que incluso puede zarandearte e impedirte dormir.
El vivac tiene un aura de aventura e incertidumbre, pero también de compañerismo. Charlar tranquilamente mientras cenamos disfrutando del atardecer, meternos en los sacos vigilados por las estrellas y organizar mentalmente la actividad del día siguiente ya son motivos suficientes para decidirse a vivaquear.
Se apagan las luces, las risas y la charla, es hora de descansar. A veces, los nervios por la escalada del día siguiente hacen que des vueltas y vueltas en tu saco de dormir sin conseguir pegar ojo. Es cuando tus miedos te visitan y debes buscar en tu interior la confianza, se libra una batalla mental de la que solo puedes salir victorioso para terminar rindiéndote a Morfeo y por fin descansar hasta el amanecer.
Empieza el día, a veces, tan temprano que aún es de noche cuando nos levantamos, pero toca prepararse para afrontar la actividad soñada, caminata o escalada, seguro que nos deparará sensaciones inolvidables en el marco incomparable de la montaña. Un vivac en montaña es una experiencia vital.